Educación y sostenibilidad

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Julio César Arboleda

Keywords

Educación, Sostenibilidad, Ética del vivir sabroso

Resumen

El primer artículo del presente número de la Revista Boletín Redipe pone de manifiesto la tensión, que cada vez sacude a la existencia, entre el mundo del consumo y el mundo de la vida; la erosión de este último por aquel. La cultura del consumo que hoy gravita como nunca jamás en las relaciones entre los seres humanos y de estos con la naturaleza, es agenciada por fuerzas que encuentran en ésta una manera de maximizar ganancias, productividades y rentabilidades que no se traducen en bienestar para todos, en igualdad de derechos y oportunidades, en cuidado del planeta, sino por el contrario en minimización inexorable del acceso de todos a los bienes más elementales que se requieren para vivir con dignidad, se traduce en amenaza inminente para el futuro de la humanidad y de la vida, en posibilidad real de autoextinción. El orden del consumo impone la creencia de que el mundo del mercado constituye el motor del mundo de la vida. Como lo hemos expresado en otros momentos: el mundo del mercado no es el mundo de la vida.


Es este un desafío insalvable para la educación, que le impone redireccionar su curso, su apuesta por generar escenarios para que el hombre, en lugar de aposentarse en la cima del planeta, del mundo de la vida, desarrolle una consciencia reflexiva y actuante hacia la vida, hacia el tejido de naturaleza y vida, de mundo común. Para decirlo con Mínguez, R. (2022), “es preciso reorientar el sentido de la educación hacia una forma de vida sostenible”, en el marco de una ética y una práctica otras, de una ética y actividad educativa por los negocios, a una ética y educación por la vida. Una educación que haga de la actividad de enseñar, aprender y formar una posibilidad de pensar sintiendo, para decirlo con Rodríguez; M. E, (2022 ), en el contexto de la matemática, “el sentipensar como forma matemática de expresarse a la luz de la emotividad del estudiante”, o con Lopera, C.P, (2022), “la necesidad de tener maestros y maestras alegres y empáticos, sobrepasando la mirada adultocéntrica que ha primado en las relaciones pedagógicas y sociales”. El sentido más entrañable de la educación precisa una ética del buen vivir y del vivir sabroso, con sentido de mundo común, en lugar de la ética de los negocios, del vivir bien particular con sentido fragmentario que hoy domina en la escolaridad y en la vida cotidiana.

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