Educar para ser ótricos Seres que obran vida integrada con sus fortalezas

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Julio César Arboleda

Keywords

Resumen

Julio César Arboleda1
direccion@redipe.org


Se educa para Ser. La educación alcanza su significado fundacional cuando sus procesos se articulan para formar las potencialidades que permitan “Ser”: cultivar la vida entrelazada de humanos y no humanos, del otro y de lo otro. El ser carnal que ha de formar la educación para liderar el cuidado del complejo vital es el ótrico, y el músculo que alguien debe ganar para serlo es la “interonomía”.


1. Se educa para Ser.


Para aprender a morar el territorio socio-natural de la vida, ese cuerpo dotado del otro humano y lo otro no humano. Ser es obrar vida, acoger al vulnerable, al otro y lo otro. Eres lo que obras.


¿Quién es el otro y lo otro vulnerables? Es vulnerable el otro humano, mi congénere distinto de mí. Es vulnerable porque es necesitado. Todos los seres humanos somos necesitados. La humanidad es de la estatura de sus habitantes: se eleva cuanto más nos conectamos, cuando cuidamos los unos de los otros, cuando crecemos como seres humanos, cuando maduramos para asumir el conflicto inherente a la vida, a las relaciones humanas, a las relaciones entre distintos.


Cada ser humano es singular, es absolutamente “otro”. Convivir es vivir entre distintos, existir viviendo, creciendo, ganando Ser en la diferencia. Saber convivir precisa entender y comprender al otro como distinto, como ser con su propia subjetividad, sus intereses, deseos, ideas, saberes y no saberes, tragedias, fantasmas, herencias, cargas, y poner sus comprensiones en obra de vida, en modo acogiente, en modo cultivo de vida humana; en modo edificante. Es más humano, gana humanidad quien teje vida humana en el seno de las diferencias.


Quien aprende a convivir, a conquistar el Ser es tan necesitado, es tan vulnerable como el opresor, el victimario, el tóxico, el egoísta. El opresor es necesitado porque es absolutamente vulnerable a su ego, a su afán de mismidad, de ser introyectado por el otro; encarna la tragedia de buscar al otro sólo para mantenerse, para ensimismarse. Se niega a ser - el - otro, se entrega a la tarea de seducir y agregar al otro, no a la responsabilidad ética, humana, de respetar al otro como otro, como distinto, de hacerse cargo del otro, de ser el otro. Se eterniza en el no – ser, se entroniza en el sí mismo. Cuando advierte que falla su cálculo parasitario, su hechizo, profundiza su agresión sobre el otro, le impone la internalización, su régimen del egotismo. Habita la desgracia en el sí mismo, explayándola al otro.


También el humano necesita de lo otro no humano, de la naturaleza, de las cosas. Al fin y todo, la vida, como valor ontológico primado, es socio-natural, es humana y no humana, nunca in-humana, jamás contra-natura. La vida no humana necesita del humano, y recíprocamente. El cuerpo de la vida necesita de uno y otro, es - uno - y - otro. Es vida socio-natural.


2. Ser ótrico


Ser ótrico es tejer vida socio-natural, acoger al otro y lo otro; ser subjetividad acogiente. Ser el otro y lo otro. Vulnerar humanidad y naturaleza es expresión de no-Ser. Se gana Ser en la otricidad, en la vivencia deseable de aquella heteronomía que nos hace responsables del cultivo de vida entrelazada, del cuidado del cuerpo de la vida, siendo cuerpo vital. De esta manera, es genuinamente humano quien protege la casa común.


Somos lo que hacemos y obramos, más que cuanto pensamos y decimos. Podemos pensar y decir cosas bellas, desarrollar profundos razonamientos, pensamiento reflexivo, crítico y generativo, hilvanar figuras discursivas sobre la conciencia de ser, y no obstante, vivir a contrapelo del Ser, habitando el apego, los desafueros del ego, el mundo del “mismo”, el encierro del yo, el olvido del -otro -y -de -lo -otro.


Somos el decantamiento de nuestra existencia, y buena parte de nosotros es habitada por el ego erosivo de la mismidad exterior (no solo interior), aquella totalidad que rige el mundo, esa ontología y religión, esa fuerza incendiaria que define lo que es y debe ser, y expande ante nosotros muchas de sus prácticas, creencias, mitos, razones, fantasmas y perversidades que a su vez nosotros extendemos sobre nuestras relaciones sociales y socio-naturales, reproduciendo la razón ego-teo-onto-económica que roe la vida.


El Ser habita el territorio en el que somos o vamos siendo edificancia, obra de vida; en el que ganamos el “poderío” interónomo, ótrico que nos hace menos dependientes de la máquina totalitaria, y el cual no se transita sin corpulencia comprensiva y sin actitud ética para obrar vida con ésta, es decir no sin comprensión edificante.


3. El ser de la comprensión


Se fortalece la comprensión cuando conseguimos poner en situación y vivenciar con coraza reflexiva y responsabilidad ética los fenómenos y entidades que buscamos esclarecer, nuestras adquisiciones cognitivas, socio-afectivas, volitivas, operativas y demás andamiajes, así como las percepciones con las cuales capturamos a unos y otros; de tal modo que las luces se enrarezcan cada vez menos, y la comprensión manifieste su propio ser: habitar el conocer y el saber, al tiempo que el hacer y el Ser.


Al margen de la comprensión el Ser se nos aleja, seguimos siendo receptáculos -- aún con poca o mucha información y conocimiento, saber y pilar operativo -- de sustancias que no son definitivas para pilotear nuestra vulnerabilidad.


El ser-comprensivo que nos despeja el camino para habitar el Ser, la vida, se manifiesta cuando el sujeto logra obrar vida en el transcurso de sus desempeños de comprensión. A contracorriente de tal obra la comprensión seguiría afirmando al sujeto in-comprensivo, sin luz, o con lente, percepción o luz turbia, que comprende e intuye sin edificar, siente sin pensar, piensa sin sentir, con razón descorazonada, modo en que suelen estar los saberes, ahí la ciencia y la tecnología, rasgo característico de los poderes hegemónicos que ponen éstos y otros poderes a su merced.


La in-comprensión nos aleja del Ser. Nos impone ver con los ojos de la ideología, a través de la cual el poder abusivo se apropia, obnubila nuestra percepción; esa lente que opaca, sustituye o limita la mirada, que nos abandona a mirar sin ver, a ver mirando lo que el ego propio y exterior, las creencias, el imaginario se empeñan en mostrar en razón de que sigamos siendo “mismo”, ente sin luz, ensimismado, agregado. Yo.


4. Somos lo que obramos


Somos, más que cuanto conocemos, entendemos y comprendemos, lo que obramos con estos alcances. Solemos ser incomprensión: unos erosiva, otros, pusilámine o indiferente. Salir de las incomprensiones, optar por el rumbo de la interonomía, es una apuesta al Ser, que demanda senti-pensamiento, experiencias basadas en el cuidado, comprensiones e intuiciones que siembren vida.


Se trata, pues, de educar en la actitud ótrica, si se desea, comprensivo edificante, en la potencia de obrar, más que de hacer -con-lo-que-se -sabe ose -es. De proporcionar ambientes para operar vida con nuestras herramientas cognoscitivas, comprensivas, afectivas, volitivas, axiológicas y operativas, entre otras. Edificar para Ser. Ser el cuerpo de la vida.


La significación de la educación resulta de la obra de vida, de enseñar – educando, de orientar y acompañar el desarrollo de formaciones y su ubicación en la vía por la cual se vibra en la existencia. No se trata solamente de ganar potenciales para conocer, saber, hacer con lo que se sabe, desarrollar valores y actitudes sustantivos para ejercer en la existencia las habilidades y capacidades que demanda la competencia técnica y profesional del mundo en que vivimos. Se trata es de encauzar estas fortalezas por la senda en la que deriven como puntales para Ser, generar educaciones consonantes con la finalidad radical de la educación, que no es preparar para el trabajo y la productividad que demande el mundo del mercado, sino educar para el orbe de la vida, y fortalecer las dotaciones que hagan del trabajo y la productividad “bienes” por y para la vida, si se considera, moradas. Cultivos del Ser.


El Ser se manifiesta en la presencialidad, en la búsqueda/hallazgo del ser interior que nos impone ser conscientes y obrar en conciencia. El Ser se devela en el transcurso de nuestras acciones por y para la vida socio-natural.


Las acciones exentas de conciencia, las actuaciones que descuidan o erosionan la vida, constituyen óbices de cara al Ser, nos alejan de la posibilidad de encontrar el Ser en nuestro interior. El reto para Ser es hacer obrando vida, edificar con los equipajes, con lo que se conoce, sabe, hace, piensa, siente o comprende.


La obra que edifica es aquella que responde a las demandas del complejo vital: des-habitar la mismidad y tejer vida, cultivar existencia integrada, Ser, es decir acoger, cuidar del otro y de lo otro, de los entes que constituyen el complejo socio-natural: ser ótricos.


Ser ótricos es un modo de estar, de irse siendo, de (re)constituirse, de Ser. Un modo de asumir nuestra pluriversidad, valga decir el complejo biológico, genético, ambiental, cultural, de universos, naturalezas y cosmovisiones, que, entre otros, nos habita y habitamos.


5. Somos seres singulares, únicos en la pluriversidad.


Otro asunto es si carecemos o no de la fuerza (interónoma) que impide despreciar o ser reducidos a uno u otro de estos constitutivos de cada uno de nosotros y de la vida socio-natural, y que nos permite desafiar el monolitismo, desagregarnos, ser singulares ótricos.


Lo triste es que alguien lleve en sus raíces la diversidad de américa, europa o áfrica, y tenga, en vía de ejemplo, una forma de existir occidentalizada, totalizada, o radicalmente decolonizada, por la que derroche existencia, no se alimente de lo mejor de cada territorialidad para habitar el cuerpo de la vida; o que occidente imponga en otras latitudes su poder, sus subjetividades, sus intereses para reproducirse como mismidad. Es lúgubre una existencia poblada de ego y mismidad, oscurecida, sin la claridad que nos permita conducir nuestra propia escisión como seres singulares.


Somos seres atomizados. Aunque me constituye el yo, el ego es una “contrahechura”, una imagen potente de mí, que se traslapa y forma parte de mí, configurando una fuerza ensimismada, que usa al otro para sus propios fines, contraria a los mínimos de la vida interconectada; capaz de pilotear mi vida y de abandonarme al desgobierno de mí mismo.


Aún si lográsemos en parte morigerar el ego, detener la instrumentalización que éste hace del otro para su propia reafirmación, no sería suficiente para ganar Ser, pues el Ser es conciencia actuante, presencialidad: ganancia de otredad y alteridad, de actitud responsable frente al otro humano y lo otro no humano; es, asimismo, derrota del aislacionismo, del narcisismo, del ego, satisfactoria pérdida de mismidad, de totalidad, de yo, de individualidad, que no de singularidad, de lo que me hace radicalmente distinto aún en medio de la multiculturalidad, mejor pluriversidad inherente a cada uno.


Para Ser, éticamente se me impone habitar (ser) el otro humano y lo otro no humano de la vida integrada, ser territorio del desapego, de la renuncia al yo, ser- tejido- del- cuerpo- socionatural. Aunque no soy mi ego, éste puede dominarme, y afectar el proceso ético de Ser, que precisa cuidar y cultivar el complejo vital. Como se sabe, el ego es el yo imaginario, una imagen idealizada de mí mismo, interiorizada en el yo2 ; no es el Yo real, aquel que, no obstante no tiene como aspiración propia fundirse y confundirse con el ego o el yo imaginario, devenir yo imaginario, es generalmente frágil a la seducción y el engaño, a la ambición, el supremacismo y la vanidad del ego interior y exterior a mí.


Para Ser, como sujeto singular, absolutamente otro, he de resistir al narcisismo del ego y de la mismidad o totalidad de poder externo. Devenir Ser precisa despojarme del yo fundido, totalizado, y decantar como Otro, como ser ótrico, ser el otro y lo otro de la corporalidad interconectada de la vida.


El Ser impone trascender el ego, disolver el yo, y re-existir habitando el cultivo de vida común. Ser ótrico. Ser vida entretejida.


6. El poderío edificante de la actitud ótrica


Sin las acciones presenciales que caracterizan al ser ótrico, al interónomo, difícilmente podremos hacer de nuestra singularidad pluriversa una existencia desegotizada, desensimismada, una vida compasiva, ética, que responda a las máximas del tejido socio-natural.


En esta línea de los procesos para Ser cobra relevancia educar en la interonomía, en los potenciales que nos permitan ganar musculatura ótrica para a) enfrentar erosivas heteronomías como las del propio ego y de las renovadas “mismidades” o poderes totalitarios que constituyen el ego exterior que gobierna nuestra existencia, y b) cultivar vida entrelazada de humanos y no humanos, si se prefiere para asumir la heteronomía ética que nos hace responsables del otro y de lo otro no humano. Es decir, educar en la ciudadanía ótrica que habría de adquirir cada sujeto educable para proceder como tejedor de vida, confrontando al ego interior y exterior a fin de habitar la entrega al otro y lo otro.


A fin de cuentas, en el significado profundo de la educación estriba la función de generar escenarios para formar Seres: seres para la vida, para el complejo de la vida socio-natural, para fortalecer los lazos entre el otro y lo otro. En este sentido, para ganar significado y sentido educativo es primordial asumir de otra forma la generación de conocimientos, valores, actitudes, competencias y comprensiones en un modo de existencia como el de hoy. En una sociedad de mercado como la nuestra, en donde lo económico - ideológico imponen las dinámicas de la existencia, donde el ser humano, la naturaleza, la vida se han de ajustar al modelo (imperante) y no de otro modo, tal educación poco o nada aporta a la significación educativa.


Es más, aquel modo que singulariza nuestra (desorientada) educación obedece, se debe en gran medida a las fuerzas de la ambición que impulsan la locomotora que conduce y somete nuestras vidas, que asumen a la naturaleza, y a los individuos con los equipajes adquiridos, tanto como al mal y al deterioro humano y socionatural que provocan, como meros recursos para potencializar su riqueza; las competencias educativas vociferan las epistemes dominantes en tanto favorecen la rentabilidad y maximización de las ganancias que obtienen los oligopolios (farmacéuticos, armamentísticos, científico tecnológicos, comunicacionales: ontológicoteológicos) que constituyen el gran poder.


El régimen competencial que impera en los procesos de enseñanza, aprendizaje y adoctrinamiento, pone éstos en obra económica, en obra egótica, erosiva. Más no en obra de vida común. El discurso, la estratagema competencial es totalidad, es ego exterior por el cual se agrega a la comunidad educativa y empresarial, por el cual, en general, se intoxica la existencia. Hay que enfrentarlo con conciencia actuante, edificante. La disidencia competencial no estriba en salir de una totalidad y asimilarse en otra iglesia. No es cultivar ego sino cultivar vida, “encarnarse” en el plexus vital, en la “realidad” de hacer obra de vida, es decir cuidar de las relaciones socio-naturales entre humanos distintos y de humanos con la naturaleza, con lo otro, con las cosas.


La obra de vida decanta al Ser, y representa el “capital” que confiere auténtico significado a la educación; ha de ser, en consecuencia, el núcleo de los procesos educativos. La reubicación de la educación por la senda evolutiva y a la luz de los principios del complejo socio-natural que afirman la vida integrada supone adelantar la función de educar en la promoción de conciencia, de la luz interior que nos ilumine y mueva al cultivo de vida, a la reconexión con el ser, que nos permita Ser. Tal función ha de acompañar los procesos de enseñanza, aprendizaje y formación, la dirección educativa, las reflexiones/acciones pedagógicas, entre otros.


A tono con lo expresado, sería acaso necesario educar en la disidencia epistémica, en la desobediencia egótica, así como en la obediencia edificante. Deseducar-se, blindarse frente a la imposición doctrinal, de las verdades únicas, de cualquier forma de manipulación; librarse del acecho totalitario, de la banalidad del ego, del “mismo”, de la “mismidad”, y madurar como ser para la pluriversidad de la vida.


Educar al compás de la significación educativa hace menester el desarrollo de conciencia actuante de existencia compartida. Es éste un modo de reorientar nuestra educación -- cruzada por la sumisión epistémica y la apatía edificante -- hacia la senda en la que se generen oportunidades y capacidades para formar los potenciales que permitan a los sujetos del acto educativo fluir en la existencia con grandeza socio-natural. Como ciudadanos de la vida. Ótricamente.


Las instituciones familiar, eclesiástica, comunicacional, educativa y demás del orden social ganan significación, manifiestan Ser, cuando sus acciones tributan “debidamente” al tejido social, mejor: socio-natural. El acto educativo consuma su finalidad original cuando contribuye a que los entes educables desenvuelvan como seres para la vida, procedan con vocación ótrica, con potencia interónoma. Maduren para ser el otro y lo otro. Para Ser vida. Para Ser.


Urge reconectar la educación con su Ser, con el Ser, de modo que permita reconocernos como entes singulares de la vida socionatural, y ganar la madurez, mayoría de edad o grandeza pluriversa para cuidar de ésta, mejor: para Ser la vida misma. Prima habitar los espacios presenciales en los cuales reexistimos, aún mejor: en los cuales renacemos, vivenciamos el parto edificante de existir siendo ótricos, vibrando, fluyendo, evolucionando, protagonizando la nueva era del sembrado de vida, “la realidad”, “la verdad” de- ser- vida- enla- tierra. Diseminando vida y no ego en nuestra existencia compartida.


Santiago de Cali, 29 de enero de 2025


 


1 Julio César Arboleda, Director Red Iberoamericana de Pedagogía, direccion@redipe.org https://orcid.org/0000-0002-1572-5384 Miembro Grupos de Investigación: “Educación y desarrollo humano” USB; “Pedagogía, formación y conciencia” (PFC); Univ. Autónoma de Madrid; Epistemología, pedagogía y filosofía, REDIPE. Iniciador de la Perspectiva Comprensivo edificadora de la educación, la pedagogía, la didáctica y el discurso, desde 1995.


2 Elaborada inclusive antes del desarrollo del habla y del lenguaje en nosotros.

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