El ser de las ciencias sociales: Enseñar educando en la gobernanza de si para ser. Una perspectiva pluriversa y comprensivo edificante
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Keywords
Enseñar
Resumen
Sumario:
Resumen.
1.Introducción.
2.La vida como pluriverso
3.La gobernanza interónoma
4.El Ser de las CS
5.El visual ótrico o mirada pluriversa. Las comprensiones Para Sí y Para ser
6.Educar en la conciencia desde y con las CS.
7. A modo de conclusión
Resumen
Somos tierra, somos singularidad del orbe vital; guardamos en nuestro interior los elementos básicos que nos permiten equilibrarnos, marchar al ritmo de la evolución, y sustentar de ese modo el mundo de mundos de la vida. Hemos de aprender a conectarnos con nuestro Ser interior abonando la tierra que somos, cultivándola a fin de florecer en el horizonte profundo de la existencia, siendo buenos próximos con sus habitantes humanos y no humanos a quienes nos debemos y por quienes hemos de responder. Habremos de aprender a explorar y habitar nuestra interioridad, ubicándola sobre los rieles por los cuales transita la vida pluriversa, el templado socio-natural de la existencia.
Esta exposición desarrolla algunas ideas en torno al Ser de las Ciencias Sociales (CS), y plantea la necesidad de que para concretarlo éstas deberían asumir la responsabilidad epistémica de favorecer una “gobernanza de Sí Para Ser”, “interónoma” : de Sí -- no para Sí mismo, sino -- para el cuidado y equilibrio del cuerpo entrelazado de humanidad y naturaleza. Un dispositivo relevante para ello sería el “Visual ótrico”, o mirada comprensivo edificante, que va más allá de la apropiación intelectual de conocimiento y de la dualidad percepción-concepto, y el cual se promovería desde la enseñanza de las CS, sobre todo cuando en ésta prime la función de educar en la conciencia de vida.
Palabras clave
Vida pluriversa; visual ótrico; gobernanza de Sí Para Ser; gobernanza interónoma; comprensión edificante; comprensiones Para Sí -Para Ser.
Introducción
Cada existente del entrelazado humano es un mundo, es singularidad1 , y cada cultura es un universo(s). El universo humano es en realidad un pluriverso (un mundo de mundos, un complejo de universos)2 , que para sostenerse precisa que cada existente gane conciencia “actuante”, de vida3 , gobierno de sí Para Ser, ponga sus dotaciones en modo “apertura” (Levinas, 1992)4 : al servicio del prójimo, del próximo humano y también – insistiremos -- no humano a quienes se debe, por quienes es, y de ese modo gane humanidad, intente Ser genuinamente “humano” y fortalecer su “singularidad pluriversa”. Cuidando también de lo otro existencial, de la naturaleza dadora, el existente humano se potencia como singularidad socio-natural, se realiza lo mejor posible como ser para la vida en su pluriversidad5 .
La vida humana y natural conforman un ramo pluriversal de humanos y no humanos, cuyos principios nos imponen Ser para el otro existente, es decir para el otro y lo otro, nuestros “próximos”6 ; ser la vida misma. Hemos de humanizarnos más no humanizar, no instrumentalizar el complejo de la vida. Somos los singulares que existen y se transforman desde el principio de lo humano, y a quienes no obstante les cuesta humanizarse, crecer como singularidad pluriversa, darle vida, vibra a su existencia: existir siendo, estando, viviendo.
El gobierno de Sí, es el ejercicio de conducir, en el mayor grado posible, uno mismo su existencia, de dirigirse como singularidad o existente distinto del otro o próximo del entretejido socio-natural, del complexo de humanidad y naturaleza que conforma. Es factible cuando la gobernanza no está atada a los dos pilares del Para Sí: el ego interior, el yoísmo, y el ego exterior, ebrio de reconocimiento, la “mismidad” o poder oligopólico con sus corrientes “conciliables” -- neoconservadora / neoliberal -- y sus proyectos civilizatorios de sometimiento de la existencia a determinados intereses ideológicos y financieros.
Si alguien logra gobernarse a sí mismo en lugar de ser gobernado por el egocentrismo, habrá alcanzado el camino donde florecería como Ser si ejerciese su soberanía con “legitimidad”, o sea con arreglo a las máximas de la relacionalidad socio-natural que nos imponen proceder como buen prójimo y buen próximo, vivir el momento ético-político-estético en el cual somos exterioridad, apertura, alteridad ética, singularidad tejedora de la urdimbre existencial.
En esta exposición se abordan dos temas complementarios: 1.) El Ser de las Ciencias sociales (CS) y 2) la función de educar en y con las CS para ganar conciencia de Ser, y cómo alguien logra ser artífice de su conciencia y extender ésta hasta donde quiera o pueda abrir su Yo a la otredad, hasta donde logre engrosar su singularidad pluriversa y Ser Para la vida.
Son éstos, dos asuntos que competen no sólo a las CS del campo educativo; es deseable que todos los cientistas sociales, y no sólo los que enseñan esta región del saber, ejerzan la función de educar en y con sus subjetivaciones de saber y demás dotaciones.
Para desarrollar estas ideas utilizaremos algunos constructos que hacen parte del equipaje teórico conceptual y metodológico de la Perspectiva Comprensivo edificante (PCE)7 , los cuales nos permitirían acercarnos en tono fenoménico-hermenéutico a estas cuestiones; entre otros los siguientes: pluriverso; proyectos, comprensiones y hermenéuticas Para Sí y Para Ser; gobernanza de Sí y Gobernanza para Ser, gobernanza interónoma, comprensión edificante; pedagogías Para Ser.
Acaso la PCE suponga un giro de carácter epistemológico- ontológico- hermenéutico en virtud del cual la experiencia “comprensivo edificante”8 potencializaría sentido epistémico, llevando el conocimiento y el sentido a los niveles límite que imponga la “presencialidad”, habitancia9 o edificancia del comprendedor, sobre todo cuando ésta última decanta como vivencia ótrica. Ello no se logra, como estaremos viendo, desde la dicotomía esquema-contenido, es decir desde la fórmula “apropiación intelectual de conocimiento”, ni tampoco de la dualidad saber – hacer, por la cual el “régimen de competencias” que ordena la vida educativa, económica, politica y social ha provocado la neurosis existencial que hoy padecemos.
La vida como pluriverso
En este aparte nos apoyamos, por un lado, en el concepto “pluriverso”, en virtud del cual podemos asumir la existencia y la vida en términos relacionales, por lo cual no existiría un mundo único, un universo, tal como lo pregona la ontología moderna, sino un “mundo de mundos”, y por otro, el de “interonomía”, asumido como potencial conciencial que nos permitiría, según insistiremos, estar a la altura de la vida entrelazada.
El concepto “vida” que aquí nos interesa va más allá de la biología: proviene de la ontología, en particular de las ontologías relacionales en las cuales descansa la idea de pluriverso, orbe de múltiples, diversos mundos, y las cuales desafían a la ontología moderna sustentada en la suposición de existencia de un universo y una naturaleza, de un mundo único. De acuerdo con Escobar (2011), a quien debemos el constructo “pluriverso”, “las ontologías relaciones rompen con la división entre naturaleza y cultura, individuo y comunidad, y entre nosotros y ellos, que ocupa un lugar central en la ontología moderna“.
La vida se asume pues como un “pluriverso”, expresión que como se ha dicho hace referencia a la posibilidad de construir un orbe de mundos diversos. La vida constituiría un pluriverso, un complejo de humanos y no humanos, de universo(s), naturaleza(s), cultura(s), cosmovisión(es), espiritualidad(es), entre otros; en este sentido sería una urdimbre socionatural, conformada a su vez por las redes de humanidad y de naturaleza.
Si los humanos constituimos un tejido, en éste cada uno seríamos hilos que cosen el entramado, que dependen entre sí: “yo me debo al otro”, al próximo, “soy por el otro”, por el prójimo, y en consecuencia he de cuidar de aquel por quien soy, del otro, más aún, del ser vivo vulnerable quien me demanda acogimiento, “porque esta alteridad me incumbe con toda su carga de indigencia y de debilidad” (Lévinas. 1987, p. 63).
Siendo así, tenemos la responsabilidad ética de cuidar del integrado, de la vida como valor ontológico “sagrado”: ¿de qué modo?: “recibiendo “incondicionalmente” al otro, acogiendo a quien me debo, por quien soy.
Por otro lado, si bien es cierto es nuestra responsabilidad personal y social cuidar del otro, valga decir a los existentes, prójimos o próximos de la configuración humana, lo hemos de hacer con “lo otro existencial” de lo cual también bebemos, o sea que hemos de proteger a la naturaleza en su diversidad, a los “existentes no humanos” a quienes igualmente nos debemos, por quienes igualmente somos y hemos de responder. A este respecto pienso que hemos de ser ótricos, seres éticamente responsivos tanto del otro humano como de lo otro existencial, y para Ser-lo es fundamental potencializar conciencia interónoma: advertir, por un lado, la importancia de adquirir la mayor autodeterminación factible, así como lo que impide y cómo alcanzar é, y entregarse a la posibilidad de gobernarse a sí mismo, y por otra parte, que hay unos principios pluriversales que determinan la existencia entrelazada, que nos impondría a los humanos el deber ético de atenderlos cuidando del próximo humano y no humano a quienes nos debemos.
La gobernanza interónoma
El concepto que venimos proponiendo de “interonomía” hace referencia al músculo conciencial por el cual se gana gobernanza de Sí Para Ser. De un lado, nos permite ganar soberanía de Sí, es decir potencial de determinación para depender menos tanto del sí mismo o ego propio que generalmente habita en nuestra percepción, pensamiento, sentimiento, en nuestra existencia, haciéndonos yo-icos, separados, ensimismados, como del ego exterior, esa mismidad presente en quienes buscan que les aplaudamos, y en quienes instrumentalizan a otros para el reconocimiento o legitimación de privilegios, sobre todo el poder oligopólico político, cultural, financiero y demás que nos agrega y pone a bailar nuestra existencia, nuestro devenir, nuestro presente al ritmo que impone la ambición erosiva de humanidad y naturaleza. Y de otro, tal conciencia nos permite ganar gobernanza Para Ser a través de la heteronomía ética, valga aclarar, de la grandeza ótrica para someterse a las máximas de la comunalidad pluriversa que nos impone servir y responder del otro humano y lo otro existencial.
De ese modo la interonomía, o fusión de “autonomía”, de la (ilusión o) probabilidad de autodeterminación, y de heteronomía o responsabilidad ética de acoger a los existentes, nos permitiría fortalecernos como singularidad pluriversa, vigorizarnos como seres distintos y proximales, ótricos del complejo existencial del cual hacemos parte. Al respecto valga este razonamiento:
Si cada uno de nosotros es un singular del plexo vital, valga precisar, seres únicos, radicalmente distintos en el entramado, quienes nos debemos tanto al prójimo como al próximo no humano, hemos de ser, pues, dignos “singulares pluriversos”, seres concientes de “ser y estar” en el mundo entretejido e interdependiente, cuya presencialidad o disposición para darle brillo a su existencia consistiría no sólo en reconocer nuestro entrelazamiento sino sobre todo aceptarlo siendo exterioridad, apertura, procediendo éticamente tanto en nuestras relaciones intersubjetivas, respetándonos, cuidándonos, cultivándonos personalmente y entre humanos, como en nuestras relaciones interproximales: con lo otro, con los otros próximos. Hemos de hacerlo si quisiéramos obrar como mejores seres socio-humanos.
Como se puede apreciar, esta reflexión nos invita a resignificar, resemantizar la idea de relacionalidad, que constituiría un faltante en las CS, por el cual cada vez más gana fuerza el antropocentrismo, la humanización de la vida, el sí-mismo sobre el Ser. A decir verdad, con lo dicho quizás habría que resignificarlo todo: nuestra manera de percibir, conocer, comprender, de ser, existir, obrar, convivir, pensar, imaginar, educar, entre otras posibilidades para las cuales aquí aventuramos mundos posibles. La intersubjetividad, por ejemplo, sería insuficiente en nuestros proyectos Para Ser, de frente a ser “singularidades pluriversas”. No nos pondríamos a tono con el mundo de mundos que conformamos sin potenciar la “actitud interproximal”.
Cada vez la existencia nos enseña que los Proyectos del Para Sí afectan peyorativamente la vida pluriversa, “humanizan” y “desacralizan” ésta: no sólo destejen nexos humanos sino también lazos interproximales, destemplando la urdimbre de la vida.
No es sino advertir las consecuencias que vivimos todos, junto con los animales y el planeta, debido a la ambición, a los conflictos ideológicos y decisiones políticas que se visten de Para Ser pero que sólo benefician al Para Sí presente en el poder político, económico, financiero, ideológico. El ensimismamiento, el olvido del ser ha generado industrias -- en las cuales participan los sectores de la sociedad, los políticos, empresarios, así como funcionarios del estado --, tales como la minería ilegal, el microtráfico, el crimen organizado, el narcotráfico, el contrabando, y ha dado lugar a otros fenómenos que acaban de ensombrecer la existencia, en los cuales a modo de ilustración la hostia no siempre toma el partido del Para Ser, la justicia se politiza y la política se judicializa, sacralizando de este modo al Sí mismo.
Todo ello demuestra que cuando atentamos contra el prójimo, contra el otro distinto de mí, agredimos al mundo humano todo, y también a lo otro: “humanizamos” la existencia, nos desconectamos de la naturaleza, destemplamos el complexus vital. En mayor o menor grado, todos somos Para Sí, en algún momento nos aislamos, tal como se advierte en los saberes culturales, incluidas las CS. Dejar de hacerlo precisa de pedagogías y Proyectos Para Ser, para des-ensimismarse. Urge educar en la conciencia de vida integrada para enfrentar las tecnologías del Para Sí existentes en los modelos y proyectos de gobernanza global, en el ensimismamiento identitario, en los partidos políticos, en el progresismo, en todas aquellas formas de relación en las que predominan las subjetividades marcadas por los intereses particulares y/o coincidentes.
Sin educar en los proyectos de Sí Para Ser, seguimos prisioneros del Para Sí. El Para Sí y el Para Ser son dos categorías que ayudan a sostener la PCE. Por la primera hacemos referencia al proyecto de existencia centrada en sí misma, alejada del ser interior, instrumentalizadora del otro y de la naturaleza, desconectada del tejido humano y pluriverso. Cuando la alteridad ética, o sea la actitud conciencial, ótrica, de responsabilidad pluriversa constituye una forma de vida, podremos decir que desarrollamos en efecto un proyecto Para Ser. Una persona, un colectivo direccionaría su existencia, o la retomaría, por una de estas dos vías: la que nos acerca o distancia del Ser, de la vida pluriversa. Como estaremos mostrando, los hechos dejan ver siempre al Para Sí en alguno de los vagones del tren Para Ser.
Precisamente, al educar en la interonomía se robustecería una subjetividad conciencial y edificante imperativa para el “buen vivir”, por la cual engrosemos nuestra singularidad pluriversa, y ganemos, en el marco de los derechos y deberes que esta precisa, la fuerza, gobernanza o equilibrio interior, la conciencia propia, balanceadora, necesaria para sostener nuestra existencia y para sustentar el complejo socio-natural, el mundo de mundos de la vida 10.
El interónomo es concebido como singularidad lo mejor posible equilibrada, con grandeza pluriversa, capaz de sortear las barreras que le impiden el gobierno de Sí mismo, de Sí Para Ser, con el deber de ser proximal, de servir, de poner sus saberes comprensivos y adquisiciones en modo ótrico, proximal, en función del próximo humano y no humano de la existencia entrelazada. Tal poderío nos ayudaría a desprendernos del Sí mismo, a limpiarnos de las hermenéuticas y creencias de la univocidad que marcan nuestras representaciones e impiden jugar un papel evolutivo por el cual edifiquemos en nuestra existencia siendo actores protagonistas de realidades existenciales más amables con la vida pluriversa. De realidades Para Ser.
Florecería el Ser en quien orienta su existencia sobre la vía del Para Ser, en modo éticoestético, por el cual se existe viviendo, siendo, compartiendo los equipajes, lo mejor de Sí, “vivenciando la humanidad auténtica”, cediendo el paso al próximo, compadeciéndonos del vulnerable una vez captamos la llamada que éste nos dirige desde su rostro (Levinas, pag. 198); iluminaría en quien cultiva comprensiones concientes, que le permitan resistir al egocentrismo y ejercer sus parcelas de soberanía con “legitimidad”, con respeto a las normas que, sin el exceso que nos impone el orden social, rigen la relacionalidad pluriversa, por la cual hemos de ser responsables, buenos prójimos y buenos próximos, ser ótricos, exterioridad, apertura, alteridad ética.
Decanta el Ser bajo la gobernanza interónoma por la cual se adquiere el equilibrio interior que sustenta la vida integrada; cobra vida, vibra nuestra existencia bajo el gobierno de Sí Para Ser, que a su vez constituye el Ser de la auténtica gobernanza en virtud del cual el poder de autodeterminación toma el destino del Para Ser.
En esta tecitura, valdría la pena indagar si este potencial equiibrante mueve el devenir de las Ciencias sociales. ¿Constituyen las ciencias sociales un equilibrio balanceador en las relaciones socio-naturales? ¿Constituyen éstas, comprensiones edificantes, comprensiones Para Ser? ¿Qué tanto pesan en las CS las comprensiones destructivas, desequilibrantes, las comprensiones Para Sí? ¿Cuáles son las narrativas dominantes en las CS? Promueven desde la vivencia la gobernanza interónoma: el Gobierno de Sí Para Ser?
El Ser de las CS
Las anteriores interrogantes nos remiten a cuestiones relacionadas con la mayoría de edad interónoma del investigador y/o docente de CS11. Entre muchas otras: ¿Es suficiente el hecho de analizar y tomar posturas críticas fundadas para afirmar que éstos ejercen el gobierno de Sí? ¿Qué hay del cientista y docente crítico del poder exterior que sucumben a su propio ego? ¿Y del que sirve una ideología? ¿Y del que sirve un interés particular por encima del bien común? ¿Y de aquél cuya conciencia alcanza para ganar comprensiones más no presencialidad: a saber, cultivo de vida humana y no humana? ¿Es suficiente asumir el ejercicio docente – investigativo como acto político Para Ser? ¿Qué tan ótricos podremos ser desde el gobierno o el desgobierno de Sí? ¿Educan aquellos con sus saberes, dotaciones y desde el ejemplo?
Si por “educar” se entiende el acto experiencial de promover conciencia de vida y por la vida (Arboleda, 2022), éste habría de constituir una función sustantiva en el profesor de Ciencias sociales, valga precisar que la enseñanza en este campo del saber se debería asumir como el acto ético-político-estético de “enseñar educando”, habría de ser un proceso que no se redujese a la experiencia de transmitir y apropiar adecuadamente conocimientos sobre los procesos sociales, sino que impusiera otra hacedora de vida a partir de la promoción, desde el ejemplo, de conciencia social y de existencia conciente.
La formación de conciencia se pone de manifiesto, entre otros escenarios, cuando el docente ambienta oportunidades para la experienciación relacionada no sólo con la acción subjetivante por la cual el estudiante construiría significados y sentidos en torno a los conocimientos científicos, sino además con la vivenciación dadora de comprensiones que se realiza en el contexto, y sobre todo con la experiencia edificante en la que las comprensiones y dotaciones se ponen en obra de vida, en modo Para Ser. La conciencia de vida que promovería el docente-educador pasaría por reconocer el peso ético que sobre la existencia humana y socio-natural entrañaría el asunto que se trata en el acto pedagógico. El profesor alentaría en el estudiante interés por advertir de qué modo la relacionalidad humana presente en la situación de aprendizaje y comprensión afecta la vida humana y pluriversa, y también disposiciones para que éste asuma, además de posiciones, actitudes edificantes en las que ponga su subjetividad comprensiva en tonalidad evolutiva, en modo comprensivo edificante. Allí se pondría de presente el ser, la potencia de la pedagogía para lograr que el estudiante respire el conocimiento oxigenando la existencia.
Frente a un tema de estudio en CS, sea un conflicto de cualquier naturaleza, un aspecto geográfico, sociológico, antropológico, entre otros, los espacios experienciales que se configuren para signar el paisaje informativo y el contexto, y de ese modo construir significados y sentidos, o sea para que la información derive conocimiento y éste comprensión, habrían de ser proyectados por chorros de luz que nos despierten e impulsen a “ver mirando” no sólo con los ojos de la razón; también con la lente de la conciencia, aquella que lo tasa todo desde el órgano visceral responsable de volcarnos al cuidado de la humanidad y la naturaleza, de la vida en su conjunto, y el cual se activa más que nunca cuando aquella, la razón, nos habla de hechos o de situaciones que logren vulnerar o proteger la existencia integrada.
Contraria a esta razón, está aquella que es típica del Para Sí, propia de quien se aísla, de quien se carga de individualidad en lugar de comunalidad, de quien argumenta a favor del Sí mismo y en quien pesan los réditos propios sobre los comunes, en fin, propia de mundos que como el etno-nacionalista destejen vida huyéndole a la relacionalidad ótrica. Pero no deja de habitar la Razón Para Sí en aquellos docentes y en general en las personas que, aún con cierta sensibilidad por la vida entrelazada, intentan imponer su propia percepción e ideología. En materia educativa ésta, y cualquier actitud pedagógica que impida al estudiante pensar por sí mismo, sería adoctrinante, irrespetuosa de la singularidad, del otro existente, representaría un camino abortivo Para Ser.
Considerando lo expresado, el Ser de las CS sería producir comprensiones y dotaciones Para Ser, escrutando en las relaciones sociales con luz comprensivo edificante: con la razón y la conciencia de vida pluriversa, y abriendo canales para que tales relaciones evolucionen por la senda de la existencia integrada, socio-natural. Así, las CS no sólo comprenden los fenómenos inherentes a los procesos y relaciones sociales, sino que tejen nuevos puentes para que nexos entre los humanos y de éstos con la naturaleza sean presenciales: genuinamente edificantes, por y para la vida.
Las CS se robustecerían, pues, educando-se, limpiándose de sesgos, de Sí Para Sí, asumiendo la función de educar con los saberes, generando conciencia de vida común, no sólo humana: conciencia de vida socio-natural. De este modo de Ser, las relaciones sociales se resignificarían, a ojos de las CS, como relaciones socionaturales: las comprensiones presentes en los investigadores y miembros de las comunidades educativas y sociales resignificarían el “mundo de la vida” como “mundo (de mundos) socionatural”, abriéndose desde el mundo social al mundo de lo otro existencial, y de este modo se pondrían no sólo al servicio del otro humano sino de lo otro existencial, aportando tanto a humanidad como a la naturaleza, a la vida toda.
El ser conciente advierte que un acto de ensimismamiento o afrenta al otro singular repercute en los demás, que toda “adultización”, sea de la infancia o de la misma adultez, les quita a éstas la lozanía de la niñez, fulgor sin el cual no resplandece la existencia, y que no sólo impacta en el plexo de humanidad sino también en la naturaleza, diezmando la vida: siente cómo se estremece el complejo existencial cuando “se humaniza” al mundo de la vida, y en razón de ese sobrecogimiento se entrega al impulso del órgano ótrico – visceral: que lo vuelca al acogimiento del “otro existencial”, abandonado a las lógicas de la vida.
Se enturbia la conciencia cuando en aras de lo propio, del Sí, no damos o cerramos al otro el paso, nos distanciamos o divorciamos de la otredad y la vida pluriversa. Es éste un asunto álgido tanto en las Ciencias Sociales del statu quo, como en las “alternativas”.
A diferencia de las búsquedas de gobernanza de sí y por sí mismo, la interonomía sería una fortaleza, más que para imponer lo propio o lo ajeno, fundamental para recoger lo que de éstos teja vida común, supeditando el Sí al régimen edificante del Ser12.
El imperio de lo propio no es ajeno a las perspectivas que desconocen algunas bondades del proyecto moderno, pero tampoco a algunas apuestas epistémico-políticas y alternativas al modelo civilizatorio sustentado en el desarrollo económico, las cuales en aras de una liberación “sensata”, no contestaria frente al régimen moderno-colonial abogan por reconocer lo que de aquél sirva a la construcción de sendas por la vida, todo ello a condición del predominio de su propio modo de existencia13. La soberanía de la mismidad tampoco es distante de aquellas visiones que apuestan por un mundo de mundos, donde cabría per se todo lo diverso.
De cara a estas apuestas, asistiríamos a mundos dominados por sí mismos parcialmente abiertos, “consecuentes” pero ensimismados, que imponen sus principios independientemente de que en éstos también haya pesado la desigualdad, la injusticia o el patriarcado, de los cuales por cierto difícilmente se han salvado las culturas, aún las ancestrales; o haríamos parte de un mundo estructurado como sumatoria de sí - mismos, que ineluctablemente colapsaría desmarcado de la ética de la alteridad, o ética ótrica que bajo los principios de interdependencia e interrelacionalidad supone la vida socionatural, es decir entrelazada de humanos, y de humanidad y naturaleza.
Al respecto Demaria y otros (ob cit, pag. 58), advierten que “ningún diálogo de saberes y conocimientos -urgente para la Humanidad (para la vida, precisaríamos aquí)-, se puede dar desde posiciones dogmáticas y aislacionistas”; y por esta y otras razones ponen de presente la necesidad de que las alternativas al modelo de desarrollo nocivo que hoy impera, por ejemplo, las que se sustentan en concepciones de vida de comunidades ancestrales específicas sean complementadas y ampliadas en sus conceptos y vivencias “con otros discursos, propuestas y prácticas nacidas desde diversas regiones del planeta, espiritualmente emparentadas en su lucha por una transformación civilizatoria” -- evolutiva, pluriversa, precisaríamos --, y al tiempo, no dejan de advertirnos, por un lado, sobre la complejidad de aplicar en el proceso el instrumental teórico de la Modernidad, y por otro, de idealizar a las comunidades ancestrales.
En todo caso, es un hecho que la desorientación de la conciencia anquilosa a las CS, impidiéndoles transitar por vías regadas de lumbre presencial en las cuales refulja una gobernanza interónoma: de Sí Para Ser, una gobernanza ótrica, de Sí Para la otredad existencial: Para Ser, no Para-sí.
Una red o complejo de saberes como las CS, habría de subjetivar y objetivar sus abordajes específicos con interonomía y en función Para Ser, para tejer con sus comprensiones sociedad planetaria, vida humana y no humana. De ese modo gana Ser: mayoría de edad para ejercer “legítimamente” la gobernanza de Sí como gobernanza para Ser. Sus cientistas y/o educadores habrían de potenciar una alteratividad o relacionalidad de carácter socio-natural, no sólo intersubjetiva, no sólo para hilar nexos entre humanos, sino también interproximal: para estrechar lazos humanos y con lo otro existencial, poniendo las subjetivaciones comprensivas en obra proximal: tejedora del entramado existencial.
Es primado de las Ciencias Sociales Ser exterioridad o apertura interónoma, ética, responsable con la necesidad de que las singularidades y el complexo pluriversal no sufran el agobio de la mismidad. Las CS y todos los saberes habrían de tributar desde sus funciones particulares a la vida humana y pluriversa, y ello sería así porque que la vida socio-natural y no sólo la humana constituiría el Ser de todo saber, de toda cultura, de todo humano.
De acuerdo con Heiddeger, somos “entes” que ganan Ser en virtud a su presencialidad, a sus actos por la vida, aquí y ahora. Sin embargo, acaso el Ser de las CS no se alcance desde concepciones personalistas o extremas que agita la geopolítica, como las del Para Sí, que reivindican el “Sí por el Sí”, o como aquella del Para Ser que reivindica el “Ser por el Ser”, todas estas marcadas por la resolución férrea, a sangre y espada, que, como manifiesta Lévinas en clara distancia con Heidegger respecto a la ausencia en éste de solicitud por el otro y su aventura política personal, “conduce a luchas entre individuos, naciones y clases” (pag 203), no ceden el paso, no constituyen “una respuesta al otro que acepta dejarlo pasar a primer término, que cede ante él en lugar de combatirlo”.
Sin presencialidad conciente, sin actos ótricos por la existencia entretejida, no se revelará abiertamente el Ser ante nosotros, no seremos vida pluriversa en la existencia. De este modo, las CS no realizarían su Ser si no generan oportunidades y capacidades para que ganemos interonomía, valga o sea mayoría de edad no sólo kantiana sino ciudadanía, grandeza socionatural para asumir, como singulares pluriversos, nuestras subjetivaciones, elaborando éstas con conciencia de mundo de mundos, y objetivándolas como comprensiones edificantes, comprensiones Para Ser. Comprensiones pluriversas.
Es misión impostergable de las CS promover y ser gobierno interónomo, gobierno de sí Para Ser, ejercicio que precisa, so pena estancarse en el Para Sí, compromiso con uno mismo y responsabilidad con nuestro Ser, que es genuino Para Ser.
Con lo mencionado podremos ahora describir rasgos generales de la propuesta fenoménicohermenéutica pluriversa, ótrica, dirigida a la reorientación de las CS y la educación, transitando por la vía del Ser.
El visual ótrico o mirada pluriversa. Las comprensiones Para Sí y Para ser
Para realizar su Ser las CS habrán de fortalecer la capacidad visual para observar sus asuntos con conciencia socio-natural, la cual permite comprender edificando en clave pluriversa. Se trata de potenciar desde las CS lo que podremos llamar el Visual ótrico o la “Mirada comprensivo edificante”, un modo distinto de asumir la existencia y la vida, al otro y lo otro, y cuestiones como la comprensión y la verdad, mente-realidad, percepción-concepto. En esta exposición presentamos algunos rasgos y usos de este dispositivo.
El visual ótrico, o campo de visión pluriverso constituiría el órgano por el cual los humanos forjaríamos y habitaríamos realidades Para Ser, por las cuales se ilumine la vida entrelazada. Al margen de la conciencia de vida se asoman las realidades del Para Sí, por las cuales se debilita el entretejido de la existencia.
Nuestra relación con la realidad material, exterior, en la cual participamos, está marcada por la naturaleza de la lente a través de la cual aprehendemos ésta. Nuestra postura es que cuando en el visual pesa la conciencia, en los términos que hemos concebido aquí este pilar evolutivo, lo mejor posible libre de marcas, sesgos, de Para Sí, estamos de cara a “la realidad”. Turbado el visual por la ignorancia y/o el ensimismamiento, por el delirio anti-rrealista o el de persecución de una realidad imperturbable, asistimos a la construcción de realidades absolutas o relativas, “propias”, impuestas o idílicas, cosechando dudas sobre la existencia de algo denominado “realidad”, independiente a nosotros. Nuestra idea general es que la realidad y su transformación edificante está atravesada por nuestra mayoría de edad interónoma. Por nuestras comprensiones y equipajes Para Ser.
Los humanos elaboramos realidad en virtud a nuestra relación con los hechos o fenómenos que tienen lugar en la existencia concreta, sea ignorando, alterando o desconociendo algunos acontecimientos, o por el contrario regalándonos a éstos. Al construir realidades, somos protagonistas de nuevos fenómenos o sucesos que, como dijimos, pueden dar luz, vida u oscuridad a la existencia socio-natural.
Uno es parte de la realidad concreta, socionatural, histórica, cultural, política y demás, tejida por hechos y acontecimientos, por lo que vemos y conocemos en la existencia, por lo que subjetivamos y objetivamos desde un Visual que, sustentado en lógicas del Para Sí, del Sí mismo, puede separar y excluir, o ignorar algunos fenómenos, desgarrando así el tejido existencial, o por otro basado en las lógicas de la vida, del Para Ser, que al contrario de aquel busca su transformación o edificancia por la vía que nutre al pluriverso. Independientemente del peso de nuestras subjetivaciones, éstas tienen asiento e inciden en “la realidad”, en la existencia corpórea.
La dinámica de la realidad procede de la tensión entre las representaciones y actuaciones del Para Sí y las del Para Ser, las cuales afectan nuestra vida. En nuestra realidad existencial pesa el poder oligárquico, el Para Sí, la mismidad generadora de la creciente desconexión del entramado de naturaleza y humanidad que conformamos; pesa el discurso, que aquél controla en alto grado, y el cual no deja de atravesar los avatares de la política y la sociedad.
Las representaciones que pesan en los proyectos ideológicos que disputan el orden existencial, suelen decantar como realidades predeterminadas fácticas. Para nutrirse y materializarse aquellos incorporan tecnologías que dominan el visual por el cual se percibe, representa, habita y edifica la existencia material, la realidad existencial, por lo que generan escenarios para formar los seres que puedan ver sin mirar comprensivamente, ver desde las sombras que extiende el Para Sí con su estela de sesgos y omisiones de fenómenos y eventos que configuran la realidad.
La existencia oscurece, “la realidad” se opaca a los ojos del Visual que amolda las circunstancias a su pretensión fenoménica, sometiendo al complejo existencial a su modo particular de existir o concebir la existencia, imponiendo su “propia” realidad. Al contrario, la existencia se abriría de acuerdo con el grado de presencialidad que alcanza una mirada al adecuar o someter su percepción al contexto o concierto de los acontecimientos que tienen lugar en la vida. Esta disposición ética de apertura y respeto a los hechos, es lo que le permite al comprendedor, más que construir “su realidad” subjetiva, acercarse a “la realidad” concreta no sin participar en su edificancia. El cientista social y las CS se alejan del Ser cuando imponen un modelo sea único o gaseoso, hermenéuticas en las que prima la univocidad o la eterialidad, por las que se somete el contexto a un modo único de conocer y ser, de subjetivación, de “realidad” o “antirrealidad”.
Es importante resaltar aquí que toda perspectiva dirigida a ver “la realidad” es vulnerable al Para Sí, a los proyectos de existencia en los cuales predomina, por encima de “la realidad”, el sesgo del sí por el sí ó del ser por el ser, incidiendo un nivel de realidad: la realidad del sí-mismo, el sometimiento de la exterioridad, de la otredad socio-natural a la mismidad, al interés propio sea éste de carácter ideológico, económico o de cualquier naturaleza.
Las tecnologías del Para Sí, que promueven desde la educación y la cultura el “Visual enrarecido”, han logrado demostrar inclusive la fragilidad por la cual en muchas ocasiones los Proyectos del Para Ser han terminado por encarnar las prácticas contra las cuales su discursiva solía arremeter, y con ello ha venido revelando que la razón del Para Ser, que siempre reivindica el cultivo de la vida integrada, ha sido menos coherente que la del Para Sí, la cual, aunque estratégicamente se miente en las filas evolutivas no deja de mostrar abiertamente sus ideales y prácticas de aislamiento, su afirmación de la individualidad y de los intereses particulares por encima de los comunes. Ante la posverdad y la degradación socio-natural inclemente como expresión viva del imperio del Para Sí, urge a las CS educar en la conciencia obradora de vida pluriversa, como palanca que mueve al Para Ser.
No obstante, la historia no dejará de tocar sus campanas de “sentido” por más que el Para Sí construya “realidades” que recortan y escondan los hechos, y se asevere, en virtud a la fuerza de las creencias, que no hay un tal genocidio en Palestina, y que en aras de Sí, Israel está en todo su derecho de usar, con “sentido de prevención”, sus arsenales de guerra en Medio Oriente y no sin recibir el apoyo incondicional de los Estados Unidos y sus “cómplices”, soslayando que con ello se deteriora el tejido de la vida planetaria, ignorando los miles de niños acribillados que dejan ver los medios de comuncación. Ése es el tema de las realidades entreveradas, solapadas, dolorosas que precisan la mirada conciente y coherente.
De cara a enfrentar estas realidades, habría que valorar el peso de lograr el mayor posible grado de “coherencia” para la prosperidad de los proyectos Para Ser, que permita resistir a las tentaciones del ensimismamiento presente en los programas del ser por el ser. Frente al fenómeno de la complejidad relacional la PCE como apuesta de experienciación o habitancia, brinda una batería de recursos teóricos, conceptuales y metodológicos que podrían aportar a las apuestas por vivenciar “la realidad”, edificándola. Trata lo mejor posible de promover la coherencia del Para Ser, generando oportunidades y capacidades para educar en la conciencia, en la mirada comprensivo edificante por la cual el discurso logre “habitar” la existencia, y el acontecimiento devenga “hecho con sentido” a través de la experiencia conciente, “presencial”, de acciones por la vida entrelazada.
La comprensión, la mirada, la realidad guarda relación con la cualidad visual – presencial de sus protagonistas. Como se sabe, una mirada es estrecha, ensimismada e insuficiente si es cooptada por el Para Sí con sus pretensiones totalizantes, de agregamiento existencial; a contrapelo, gana robustez, luminosidad, si conecta con el Ser. Para que la mirada florezca como comprensión pluriversa es necesario que el Ser aparezca en nuestra existencia.
Ya hemos expresado que éste se deja ver cuando actuamos con presencialidad existencial, concientes de vida entrelazada, de la necesidad de tejer nexos, del bien común sobre el interés particular, concientes también de cuanto engrandece o debilita al integrado socio-natural del cual hacemos parte, por el cual nos debemos al otro existente, humano y no humano que en consecuencia hemos de recibir y acoger, oxigenando el suelo de nuestra existencia con el abono del cuidado, con actos que decanten como hechos por la vida en su pluriversidad. La mirada brillará como visual ótrico, comprensivo edificante, si logramos que la conciencia que vamos construyendo devenga obra de vida en el cuerpo existencial.
Considerando el cuerpo conceptual y reflexivo que hemos venido desarrollando, una hermenéutica que vigoriza la vida estaría sustentada en fenomenologías situadas en clave pluriversa, sería fenomenológico edificante: vivenciación de sentido, una experiencia Para Ser; no se extraviaría del ser de la comprensión, relativo a aclarar un objeto “desde el mundo” (Gadamer) y en la dirección de la vida, proyectando luces a escenarios desde donde protagonicemos la construcción de pluriverso, de mundos mejores. Ello es así porque el sentido de comprender no es sólo la experiencia de “ir más allá y comunicarse con las ideas” (Levinas, pag. 120), de construir conocimientos, significados, sentidos, saberes y haceres, sino resignificar ésta vivenciando el sentido con presencialidad, situando las adquisiones y construcciones en la dirección de la vida.
El tejido de vida precisaría, en clave comprensivo edificante (PCE), la fusión fenoménico hermenéutica en la que tiene lugar la circularidad por la cual el acto de situarse de modo conciente, sea geo - cultural y/o espacialmente, permitiría modificar la comprensión, lo que Weis (2005) denomina la comprensibilidad intersubjetiva, y protagonizar la transformación del presente; construir sentido, viviéndolo, y resignificarlo interproximalmente: en su vivencia, habitancia, templadora de plexo socio-natural.
En línea de continuidad con lo expresado, el visual ótrico posibilitaría la construcción de apropiaciones concientes, aquellas que advierten los hechos lo mejor posible sin sesgos, con fuerza interpretativa, y comprensiones que arrojan significados y sentidos potentes en virtud a su peso experiencial – edificante. La comprensión edificante representa una conjunción de procesos interconectados e interdependientes, cognitivos, reflexivos, afectivos, actitudinales, volitivos, operativos y experienciales, que el comprendedor pone en obra de vida mediante actos presenciales, por y para el entramado existencial.
Los actos por la vida que impulsa un visual ótrico, por el cual se participa activamente en la construcción y transformación de realidades a partir de apropiaciones concientes, constituyen experiencias fenoménico-hermenéuticas resemantizadoras, únicas, genuinas flechas de sentido (Ricourt, 2002) que no clausura mientras el comprendedor no apague su voluntad de equilibrar sus equipajes poniéndolos en función del otro de la existencia material; es decir, que el sentido inherente a tal visual estará abierto a la renovación de realidades hasta donde alcance su actitud de vida pluriversa.
Este visual podría constituir uno de los dispositivos de pedagogía conciencial que precisarían las CS para ser región con soberanía de Sí Para Ser. En este sentido, el visual ótrico constituiría una hermenéutica comprensivo edificante que permitiría observar de manera más clara “la realidad” sacudida por la tensión en la cual se templa o destempla el complejo existencial, generando escenarios fenoménicos Para vivenciar el Ser.
En realidad, y para no ser víctima del Para Si, ninguna región de la ciencia y del saber habría de estar de espaldas a los principios y dispositivos que nos sitúan "en el mundo del Ser" co-extensivo a la verdad, y que como se sabe, han decantado de cara al Para Ser en los giros lingüísticos, ontológicos y hermenéuticos de la fenomenología, permitiéndonos conectar con nuestro Ser interior, y no sólo acercarnos a "la realidad", sino que nos mueven a participar en su transformación edificante, a proteger la vida en su pluriversidad, cuidando del otro y lo otro del cuerpo existencial.14
Educar en la conciencia desde y con las CS.
En sintonía con lo abordado hasta aquí, se impone una pedagogía que ilumine la existencia entrelazada con sus dinámicas y tensiones fenomenológicas, y que desenvuelva en acciones por la vida pluriversa.
Si hablamos de educar en la mirada ótrica, es necesario que quienes intervengan en tal proceso no impongan el para Sí a la observación y construcción de realidad, so pena de enrarecer ésta, de soslayar y desvirtuar los hechos, de totalizar y por extensión destejer el entramado existencial. No se obra vida, no se hace pedagogía si no desde la ejemplaridad, desde la experiencia ótrica, obradora de vida , la cual es radicalmente singular.
En esta dirección, los cientistas sociales educan en la conciencia cuando asumen los fenómenos de la existencia que los ocupa, desde un visual que les permita acercarse comprensivamente, lo más liviano posible de sesgos, a las “realidades” que teje la dinámica de la existencia concreta, de modo que sus subjetivaciones decanten como objetivaciones presenciales, aquellas que edifican y alientan búsquedas por el sentido de la vida integrada, o para decirlo con Ricoeur (2008), hacia la “comunitarización de la experiencia subjetiva”.
Si no impactan de este modo su campo de saber y la cultura, no cumplen con la función de educar desde el ejemplo. La palabra tiene el poder de transportarnos, de vivir una u otra realidad, y de participar en su transformación, sea Para Sí o Para Ser; si es conciente nos volcará a la obra de vida. Por la conciencia comprendemos siendo, viviendo la existencia, sintiendo los efectos del modo como los humanos templan y destemplan el entretejido socionatural, entregando lo mejor de sí, dándole a nuestra propia existencia la luz, los actos que tejen y retejen, que ayudan a sostener la vida.
En el caso particular de la enseñanza de las CS, el profesor habrá de educar-se o ser formado para asumir su función no sólo de enseñar saberes sino de “enseñar educando”, o sea de intervenir de modo presencial, con conciencia pluriversa, para que los estudiantes formen saberes igualmente presenciales, pluriversos, por y para la vida. Esto precisa, antes que todo, que él mismo decante en el proceso como genuino educador, un ser conciente que acoge al estudiante, lo reconoce y asume como otro prójimo próximo, y más que embutirle información o doctrina, habla con éste (Chomsky, 2001), y lo acompaña lo mejor posible en sus formaciones de conciencia.
Al margen de la conciencia de vida entrelazada el docente se anquilosa en los aprendizajes, sólo le interesaría que el estudiante aprenda, construya saberes, e inclusive saber-haceres, que aprenda a hacer cosas con sus adquisiciones, sobre todo aquello que se demanda a través de los estándares y regulaciones que el mercado le impone a la educación competencial desde occidente, residencia natural de los poderes oligárquicos. Al mundo del mercado le interesa la educación al margen de la conciencia, por fuera del “visual ótrico”, lenguaje de la habitancia, diremos más adelante, obrador de vida, que permite apapachar con las comprensiones; le interesa que el centro de los procesos educativos sea el aprendizaje, y no la función de educar con mirada comprensivo edificante.
Los profesores educan cuando ponen ante nuestros ojos los hechos que expresan las verdades parciales y totales, y también sobre los “errores parciales y totales” (Morín, 2015, pag 18) que estos aparejan alterando con ello el balanceo vital; pero así mismo nos invitan a reparar en aquellas situaciones donde las creencias y certezas nos logran engañar, y nos acompañan igualmente a imaginar y/o protagonizar la transformación de estas realidades de cara a construir las verdades que emergen de los actos presenciales, por y para la vida.
Nuestra educación y nuestros saberes son parte del espíritu humano que responde casi sin pestañear a los llamados del Para Sí con sus lógicas de la productividad, ignorando las lógicas de la vida, sordos a los quejidos del complejo fracturado de la existencia. Al respecto, uno de los graves síntomas de la erosión de la vida es la neurosis obsesiva del Progreso, acelerado por las lógicas del rendimiento y la ética de los negocios, que rompe sin medida los genuinos ritmos, tiempos y transiciones de la naturaleza. Frente a la razón del mercadeo de la vida, hemos de aprender, con conciencia imperturbable, presencial, a vivir sin desatender los tiempos que enseña la evolución, a re-existir de modo comprensivo edificante: hemos de educar-nos para Para Ser, para darle a la existencia el resplandor que otorga la conciencia serena y compasiva, interónoma e interproximal, socionatural y pluriversa. Y ello también le impone al docente asumirse como genuino educador.
Realmente el docente “educa” cuando acoge al estudiante como prójimo singular, radicalmente único; como ser vulnerable, necesitado de conciencia: de experiencias Para Ser; y le acompaña lo mejor y hasta donde sea posible en los procesos por los cuales éste desarrolle una conectividad neuronal y vital que le permita a) convertir la información en conocimiento fundado, o sea por la que logre sustentar y explicitar con “criterio propio” los enunciados e ideas relevantes de una temática/problemática; b) convertir el conocimiento en saber comprensivo, valga decir que a partir del conocimiento adquirido, logre contextualizar sus apropiaciones, argumentar a favor o en contra, vivir el contexto de lo tratado, realizando observaciones, analogías, contrafácticos, contrastaciones por ejemplo en clave geo-política, y tejiendo mundos posibles, generando nuevas ideas, viviendo experiencias fenoménicas en el marco de sus procesamientos mentales y en la vida práctica; y c) poniendo las comprensiones en la dirección del Para Ser, de modo que éstas decanten, no precisamente como “saber hacer”, sino como “saber obrar vida” con las fortificaciones alcanzadas.
La relación pedagógica es conciente, presencial, pluriversa cuando se asume en términos de un “parto pedagógico conciencial” en el cual el “docente conciente”, quien acoge al estudiante acompañándolo en su proceso de Ser, deviene como “educador”, permitiendo de este modo que aquél decante como “educando”. Como se ve, ser profesor no es lo mismo que ser educador, ser estudiante no es lo mismo que ser educando, y tampoco Ser cientista social del Para Sí es lo mismo que serlo de cara al Para Ser, a la vida integrada.
Dicho esto, las CS, no sólo las que nos adoctrinan, instrumentalizan, sino también aquellas que intentan forjar “conciencia crítica”15 sobre los mundos del privilegio, generalmente no logran mover las fibras del acogimiento, esas pulsiones que ante una lectura nos permitirían advertir y vivir la conciencia pluriversa, la grandeza del autor, nos permiten sentir respeto y compasión por el otro, lo otro y uno mismo, dolernos por el desgarrado del entramado existencial, exhortándonos, llevándonos a sentir y vivir el cuidado de la vida, la necesidad de darle vibra a la existencia, de poner nuestras mejores dotaciones en función tejedora.
Tal acogimiento constituye un material insoslayable en la formación de interonomía, de conciencia o gobernanza de Sí Para Ser, por y para la existencia integrada. Difícilmente podremos disputarle nuestra soberanía al Para Sí y ponerla en modo de Ser, si no contamos con los potenciales equilibrantes que acabamos de mencionar.
Formar en la conciencia de vida pasa por ambientar procesos para el balanceo y gobierno de Sí sin la incidencia del Para Sí y la cultura que lo encarna, reproduce y que reconfigura nuestra forma de ser, creer, actuar, y sentir miedo. Pasa también por reconocer que aunque los proyectos Para Sí encuentran resistencia en quienes tienen por hábitus cuestionar, hallan igualmente en la seducción una estrategia no pocas veces efectiva, sobre todo cuando le hablan al oído al sediento de privilegios y reconocimiento que vacila y oscila entre avanzar en el Para Ser y retroceder al si-mismo, y también cuando se miente en las filas del Para Ser.
Cuando adolecemos de conciencia de vida entrelazada, que decante como comprensión crítica y edificante, quedamos a expensas de los proyectos y artefactos del Para Sí (del ego interior o exterior a los cuales nos hemos estado refiriendo), por los cuales tergiversamos la realidad objetiva, o solo dejamos de ésta los hechos que se adecúan a nuestro interés visual, construimos nuestra propia realidad, una realidad digamos paralela por la que se juega nuestra existencia personal y en general existencia.
La Pedagogía del Para Ser cobra mayor importancia en nuestros “tiempos del ruido” promovido y capitalizado por el Para Sí oligopólico. El conflicto entre Para Ser y Para Sí demanda a los singulares vulnerados y a los existentes “por y para la vida" no callar, no permitir: hablar “con claridad” pero sin ruido desequilibrante, desde el respeto, desnudar lo erosivo, las violencias, desigualdades y exclusiones desde el “lenguaje conciente”. El habla conciente expone al hablante, dice del grado de luz que chorrea a su existencia, y dice también de su coherencia o distancia entre decir y ser: si es de ser ejemplo, de vivenciar lo mejor posible cuanto se dice. La Pedagogía del Para Ser nos dice, desde la experiencia, que con y desde el lenguaje que obra vida se logra “habitar” el mundo, se alcanza una mejor habitancia en la existencia.
La habitancia precisa de actos “presenciales”, de cara al Ser, que iluminen el sendero que nos dirige hacia la vida, actos carnales, terrenales, pues los actos que salen del lenguaje que no obra obra vida, actos Para Sí, no Para Ser, carecen de “rostro humano”. Son estos últimos actos los que se imponen en la política, y que dominan (que hablan) en todas las formas de relación social.
Al lenguaje de la política lo cubre generalmente el manto sin rostro; se pone de presente en sus actores tanto de izquierdas, centros y derechas, sobre todo en quienes hablan con lenguaje no conciente, destejedor de nexos: sea gritando, ofendiendo o callando, porque quien calla o quien habla desde la penumbra donde no hay noche ni día, frío ni calor, también expresa un lenguaje “sin rostro”, ése que encarnan las prácticas contaminadas de odio presentes en los diferentes sectores políticos e instituciones sociales, desde la academia y los medios de comunicación, inclusive desde el pensamiento critico.
Tales prácticas, tal lenguaje nutren al Para Sí, hacen parte del estratagema “humanístico” desde el cual éste ordena el mundo. El Para Sí capitaliza el acontecer político cuando no se lo enfrenta con actitud presencial, cuando la crítica no se asume como “crítica conciente” (ver pie de página 17 sobre consciencia crítica y crítica conciente) y cuando las distintas vertientes políticas, incluidas las de centro, siguen desequilibradas, impasibles en su zona de confort.
Paradójicamente, el lenguaje representado por el grito y el odio, o por aquel silencio que sólo habla de sí, no le confiere “humanidad” a quien lo usa, ni le “abre el paso” al vulnerable, no logra transformar realidades edificandolas, no es el lenguaje de la habitancia, de la vivencia, de la experienciación que encarna la vida. La habitancia es presencialidad, no es lenguaje estridente ni mudo: es lenguaje en obra, “en acto” conciente, vital. Si el Para Sí instrumentaliza la noción de “humano” a través de la exclusión de “una amplia serie de minorías (Buttler, J. 2006),16 la rearticulación de éstas precisaría “hablar” sin destejer nexos.
Al margen de la palabra, del decir “conciente” no se conquistan ni materializan los derechos ni los deberes sociales, no se tranforma y hace “habitable” el mundo. Al excluir al marginado de su derecho de ser humano, de “habitar el mundo” el Para Sí crea su mundo con una noción propia de lo “humano”, habita, y nos hace habitar, una existencia oscura, sin vida; habita “mundo”, más no la vida. No es a este mundo al que habría de rearticularse el excluido. La transformación de ese mundo que es resorte del para Sí precisa una lucha desde el lenguaje edificante de la habitancia, que es lenguaje conciente, actitudinal, experiencial, de y por la vida.
Nuestro contrapeso pedagógico, estabilizador del pilar de la vida reside en la resolución que se manifieste para impedir que el Para Sí siga obstaculizando la vía Para Ser17. El equilibrio que nos da musculatura como singularidades pluriversas, valga precisar, vigor para el sostenimiento o balanceo del plexo pluriversal de la vida, reside en la interonomía, en la postura, actitud, presencialidad con la cual enfrentamos a los dos extremos que atan nuestro yo: el ego interior y el ego exterior, acogiendo los principios de la vida pluriversa.
El Para Sí se desestabiliza cuando tomamos las vías por las cuales florece el Ser, se aterroriza cuando lo enfrentamos en juntanza, con resolución, con voluntad de vida. Le teme a las pedagogías comprensivo edificantes, concienciales, pues desde éstas lo exponemos, lo denunciamos; al Para Sí lo desnudamos desde la palabra, desde el decir - haciendo con sabiduría, sin callar, sin ocultar o permitir sus desafueros, porque, extrapolando a Levinas (2006), “decir claramente lo que él (aquél) dice oscuramente, es revelar la vanidad de su habla oscura”, y porque a nuestro modo de ver ser claros y respetuosos en el decir representa el silencio sonoro de la conciencia.
La conciencia es el terror del Para Sí que ordena el mundo, y ésta supone nuestra comprensión y compasión en lugar de deseo de combate proporcional: precisa no sólo ver el hecho erosivo y nombrarlo (“decir”), respirarlo, sino regalarse a las entrañas, donde del “órgano ótrico visceral” no emerge la neurosis “cómplice” del ruido o del silencio, sino el torrente de la voluntad de vida comunal.
La comprensión nos despierta, desvelando y deshabitando al Para Sí; enciende luces al camino Para Ser, en donde éste no tiene espacio, extendiéndose hasta donde queramos o podamos llegar; nos permite desujetarnos, sumándonos a la marcha por la vida.
Urge al cientista social ganar la grandeza de ser ejemplaridad conciente, lo que le exigiría, por ejemplo, hacerle honor al lenguaje como fenómeno vivo: no callar los azotes a la existencia comunal, no dejar de nombrar las vulneraciones del Para Sí, y no banalizar, soslayar, excluir, sustancializar o esencializar al “otro” singular o colectivo, que es, piensa u obra de modo distinto.
Cuando totalizamos o ignoramos al otro estamos afectando la vida toda, no sólo humana, también socio-natural, y cuando el cientista o el campo es susceptible a las tentaciones del Para Sí, también impide tejer en el seno mismo de las ciencias sociales a fin de conectar con su propio Ser, aplazando de tal manera la posibilidad de vivir en su mismo interior la relacionalidad edificante que iluminaría nuestra existencia socio-natural.
Igualmente, precisa enfrentar el reduccionismo que gravita en las CS, por el cual éstas se centran generalmente en el “mundo social humano”, descuidando que la vida es pluriversa, es un trenzado abierto y fluyente, y que el horizonte de las indagaciones cambia un poco, mejor, se nutre, si tal mundo se asume, valga repetir, no sólo como orbe humano sino como mundo socio-natural. El mundo social es realmente mundo socio-natural. “Humanizarlo” sería otra forma de aislarnos, de acrecentar la separación del lazo de humanidad y naturaleza, del ramo pluriversal que incluye la diversidad biofísica, orgánica e inorgánica, multiplicidad de universos, naturalezas, etcétera.
En síntesis, realizan su ser las CS siendo visores fenoménico-hermenéuticos Para Ser, creando ámbitos para “una cultura de base que comporte, de un lado, el conocimiento del conocimiento” (Morín pag 16), y sobre todo, comprensiones de saber conciente, a través de experiencias generadoras de realidades en las cuales se respire la existencia, se teja lo mejor posible el entramado pluriversal de la vida.
La reorientación de la educación, de los saberes y en consecuencia de las CS, pasaría porque sus protagonistas sean ejemplo de conciencia marcadamente presencial, es decir intersubjetiva e interproximal, de comprensión edificante, obradora de vida entrelazada, de cara al pluriverso, a “un mundo ecológicamente sabio y socialmente justo” (Demaria y otros, 2020); a una existencia habitable, vivible, realmente evolutiva, distinta de aquella sometida al delirio del “desarrollo”, el “crecimiento” o el “progreso” como principios organizadores de la vida.
Será tarea inaplazable y recurrente de esta región del conocimiento avanzar en el intento de construcción de un discurso en clave pluriversa, más que humanista, renovando su lenguaje sin morir aquello de las diversas tendencias de la historia del saber hasta nuestros días que pueda aportar alteridad ética y otrica, afirmar la preponderancia del otro y lo otro existencial sobre el Mismo, y de este modo decantar las comprensiones como obra de vida, lenguaje, discurso, comprensiones concienciales, edificantes, Para Ser.
A modo de conclusión
Una tarea que hoy, más que nunca, se impone a las CS y en general a los saberes e instituciones ligadas a éstos, es generar una Pedagogía Para Ser, sustentada en la “mirada pluriversa” ó “visual ótrico”, comprensivo edificante. En tal pedagogía confluirían el Ser de los saberes y de la relacionalidad humana, propiciando la reconexión disciplinar y escolar de las CS con su Ser originario, potenciando la complementariedad disciplinar. Su reorientación es fundamental para detener las acometidas de los Proyectos del Para Sí que vienen ocasionando la inexorable ruptura de los nexos entre humanos y de éstos con la naturaleza, la fractura del pluriverso de la vida, y, en materia ontológica, de las propias CS sociales.
En sintonía con los Proyectos Para Ser la perspectiva comprensivo edificante (PCE) aboga por la consolidación de Visuales concienciales que decanten como hermenéuticas ótricas, pluriversamente relacionales, comprensivo edificantes, que posibiliten ver siendo, habitando, que permitan sustentar, con las comprensiones y dotaciones, el plexo interconectado de la vida. Uno es artífice de la conciencia, y logra de ésta lo que alcance su Para Ser.
Visto así, educar en el redireccionamiento de las CS no sería posible sin potenciar al “ser ótrico”, es decir al sujeto singular pluriverso que acoge al otro y lo otro a quienes se debe, por quienes es, ofreciéndoles sus dotaciones, tejiendo de este modo vida entrelazada; porque el singular que fortalece su Ser construye sentido de vida caminando su existencia con actos presenciales, es decir de cuidado de la otredad socionatural, valga decir de los demás existentes del complejo de humanidad y naturaleza. Por esta vía afina, gana singularidad pluriversa.
Para que lo social no se exceda a sí mismo, para que la existencia humana no desborde la vida socio-natural, frente a su tarea incumplida las Ciencias Sociales tienen la oportunidad de despertar, de reorientar su dirección al Para Ser, abriendo senderos para transitar la vía de la mayoría de edad pluriversa, indispensable para reconocer y habitar al otro y lo otro en su complejidad.
So pena quedar atrapados en el Para Sí, el gobierno de Sí Para Ser precisa de comprensiones, compromiso, y de responsabilidad, más que con el sí - mismo, con nuestro Ser, que es genuino Para Ser. En la vía de Ser las CS habrán de comprometerse, más que con un paradigma, más que con una ideología, cualesquiera que ésta represente, con el Ser, con la vida pluriversa, con el Ser corpóreo del mundo.
1 Podríamos decir, por ahora, que cada uno de nosotros es uno de los hilos del entramado humano, es singular humano, único, radicalmente distinto en el horizonte de la humanidad.
2 Más adelante se menciona el origen de este constructo, y durante la exposición se precisa su significado y la significación que adquiere cuando lo empleamos en circunstancias distintas. Por ahora diremos que hace referencia a un mundo de mundos, y también a un complejo interrelacionado de humanos y no humanos.
3 Con la frase nominal “conciencia actuante de vida” significamos aquí la expresión de realización del Ser: la conciencia sería la luz que chorrea nuestra existencia para seguir la dirección de la vida. Esta última, la vida, se asume aquí ontológicamente, en clave pluriversa, como el integrado de humanos y no humanos cuyo equilibrio o sostenimiento es de nuestro resorte, lo que realmente nos humaniza. Hemos de humanizarnos más no humanizar, no instrumentalizar la vida pluriversa. Ser concientes significaría actuar, ser para la vida, cuidar de la vida en su pluriversidad. Por la conciencia, por los actos presenciales en y por la vida ganamos Ser y nos reafirmamos como “seres humanos”. La carencia de conciencia nos distancia del otro existente, humano y no humano, nos desconecta del plexo humano y también del complejo vital.
4 En Conversación con Roger Pol Droit, recogida en Levinas (2006, pag. 197) el filósofo deja advertir que en la apertura la ética se afirma como filosofía primera: “El Yo humano no es una unicidad cerrada sobre sí (…), sino una apertura (al otro), la de la responsabilidad (por el otro), que constituye el verdadero comienzo de lo humano y de la espiritualidad”. En diversos textos Levinas pone de manifiesto que abrirse al otro, a quien nos debemos, por quienes somos, nos hace humanos. Yendo un poco más allá de Levinas, desde el enfoque de la PCE diremos que lo que fundamentalmente hace a alguien humano es ser ótrico, entendiendo por ello la actitud de responder por quienes nos debemos, por quienes somos, o sea el otro humano y también los existentes no humanos que configuran lo otro existencial.
5 Ser humano precisaría, según hemos dicho, que como singulares del plexo vital, hemos de responder del otro; ello realmente impone ser “singular ótrico”, ganar conciencia de vida, responsabilizarse, cuidar del integrado pluriversal.
6 En la perspectiva comprensivo edificante, PCE, que sustenta lo que aquí se presenta, el “próximo” no es sólo el prójimo: también somos por el “próximo no humano”. Aspectos centrales de esta perspectiva, que se desarrollan en el extenso, se encuentran en el pie de pagína 7.
7 En la PCE hay al menos 5 conceptos recurrentes y entrelazados: ser, conciencia, experiencia, mundo/pluriverso y comprensión edificante:
1) La experiencia hace referencia a los eventos que vive o puede vivir el singular humano, sea a) de sí con respecto a la otredad socio-natural, con el otro humano y lo otro existencial; en todo caso, y de acuerdo con Levinas, la experiencia fundante de lo humano “es la del otro”, y también con lo otro, la de lo otro existencial, según hemos dicho; b) la de sí mismo y consigo mismo (que se expresa, entre otros escenarios, en la auto-contemplación, la autorreflexión y la auto-comprensión, y la cual no necesariamente implica solipsismo; c) la “cognoscitiva” referida a la construcción de conocimientos, saberes y otros equipajes; y d) la “vivencial edificante”, por la cual se hace “obra de vida” con las adquisiciones. Dado que la experiencia es radicalmente singular (más no solipsista: no somos solos en el mundo ni por sí mismos), cada experiencia cobra las connotaciones, únicas, de quien las realiza, por lo que a nivel personal, social o comunal pueden ser apropiadas o inapropiadas, erosivas o edificantes.
2.) El Ser, asumido como la conciencia de vida.
3) La Vida, asumida como “pluriverso”, como existencia interdependiente e interconectada de mundos, de lo que es o existe, de los existentes (existi-entes) humanos y no humanos.
4) La comprensión edificante, admitida como experiencia a) cognoscitiva/reflexiva, por la cual vivimos la experiencia de apropiación de conocimiento y saber, de formación de pensamiento y demás dimensiones de la personalidad humana, las cuales también implican la experiencia reflexiva, así como b) la experiencia relativa a edificar con tales dotaciones, la cual no se adquiere desde las relaciones cognoscitivas “esquema/ contenido”- “percepción- concepto”.
5) La Conciencia, asumida como la experiencia de Ser, de Vida, de ser la vida misma, la cual crece de acuerdo con la posibilidad de realizar o encarnar las experiencias mencionadas (ver 1). Ser lo mejor plenamente concientes es lo que más nos permite “darle vida” a nuestra existencia, ganar Ser (intersubjetividad o conexión y edificación humana, e interproximalidad o cuidado de lo otro próximo existencial, y en general del tejido socio-natural: Ser la vida misma.
Toda experiencia es dolorosa, jamás se realizaría la quimera de vivir imperturbablemente en un jardín de rosas. Lo deseable es que cada experiencia se viva en lo posible conciencialmente a fin de fortalecer cada proceso que se aborde, en el cual se intervenga, y tejer vida entrelazada, so pena de aislarnos, de separarnos de nuestro ser interior, del otro y de lo otro, del Ser. Por ejemplo, el pensamiento (en cualquiera de sus formas, sea creativo, crítico, científico, innovador, lingüístico y demás) al margen de la conciencia es un edificio sin vigas maestras que puede ser usado con fines erosivos; cuando es conciente decantaría como vida en la existencia compleja, y por esa dirección pasarían las demás dotaciones humanas.
8 Diremos por ahora que, según mencionamos en el pie de pagina 4, tanto como el Yo la “comprensión” no es unicidad -en realidad no lo es siquiera el mismo pluriverso--, como tampoco lo es la conciencia. Uno gana la comprensión y la conciencia que logre alcanzar en virtud a su voluntad de darle vida a su existencia. La comprensión es de la extensión de nuestra capacidad para potenciarla y edificar, obrar de vida con ella: igual el pluriverso, tal la conciencia. Con las comprensiones podremos vivir renovadas experiencias sea para derrumbar o para construir vida; habrá entonces comprensiones desequilibrantes, Para Sí, y también Comprensiones edificantes, Para Ser.
9 La expresión “habitancia” guarda desde la PCE un sentido, digamos, evolutivo: como un habitar algo “siendo”, tejiendo vida, “vivenciando” en un espacio material experiencias concientes, edificantes. La comprensión edificante es un modo de “habitar siendo” lo que se desea comprender, a través de experiencias concientes, no invasivas, sí evolutivas, respetuosas, que intervienen el territorio con sentido de vida, de modo edificante, siendo de ese modo artífices de realidades Para Ser. Por la vía de la “habitancia” en esta exposición transcurren expresiones como: experienciación, vivencia, edificancia, genuinos equipajes “comprensivo edificantes” CE.
10 La noción de equilibrio aquí está enmarcada en la vía evolutiva que nos permite fluir, comunicarnos como singularidad con el pluriverso, en la cual el equilibrio o armonía que ganemos interiormente, siendo lo mejor posible interónomos y decididamente ótricos, constituye la fuerza que ayuda a sustentar el pilar de la existencia integrada, y en donde la luz interior que ganemos iluminaría al cuerpo de la vida común. Tal es el sentido que guarda el equilibrio como principio fundante de la concepción de vida denominada El buen vivir, en particular su versión original conocida como sumak kawsay, propia de comunidades indígenas de la Amazonía, Ecuador y Bolivia. Para decirlo con Demaria (2020), se trata del “equilibrio y armonía en la vida del ser humano consigo mismo, en los individuos en comunidad, entre comunidades, entre pueblos y naciones, y todos, individuos y comunidades, viviendo en armonía con la Naturaleza”.
11 Un poco más abajo se aludirá a este concepto.
12 No es propio del régimen del Ser abrir en su puerta de dos entradas sólo una de éstas al otro, al próximo. No es propio del Ser, el ser por el ser, según se aborda más adelante.
13 Es ésta una de las críticas que ha recibido la apuesta de transmodernidad planteada por Dussel, y sobre la cual hemos dicho lo siguiente: “Para ganar Ser la educación ha de promover la interconexión ética entre distintos, el sentido edificante de exterioridad, de Ser para la otredad socionatural a la que nos debemos. Habrá de intervenir en la formación de comprendedores que logren co-razonar con sus potenciales, actuar con razonabilidad pluriversa, descargando su mirada de los sesgos ego-culturales, desde aquellos por los que se coloniza (humaniza) la naturaleza sometiéndola a las leyes universales elaboradas desde la razón occidental, pasando por los que en su sed decolonial terminan soslayando las bondades de la cultura moderna; hasta los transmodernistas, que sí reconocen y aprueban coexistir con aquello que de esta última permite respirar la existencia, a condición de que sobre el nuevo proyecto civilizatorio gravite el universo del colonizado; habrá de formar, en consecuencia, sujetos con una mirada “transmoderna descentrada”, cuyas comprensiones, ahora más livianas, aporten, en modo Para Ser, y no Para Sí, al equilibrio del plexo socio-natural” Arboleda, 2025, 14/5).
14 Además de los principios de interpretación, comprensión y compromiso que constituyen la triada que comanda el giro hermenéutico, así como de los principios de interpretación, razonabilidad y ponderancia que singularizan al neo-constitucionalismo, los cuales se nutren del giro lingüístico, estarían las aportaciones teórico-conceptuales y metodológicas por la cuales la PCE intenta servir dichas finalidades: es el caso de apuestas como el visual ótrico, y de principios como la interonomía, la alteridad ótrica/ la ética ótrica, la comprensión edificante/ comprensiones ParaSer, entre otras relacionadas particularmente con la función de educar, la educación y la pedagogía (Arboleda, 2025, No 14/3, 14/4, 14/5, 14/6). Acaso la PCE constituya una idea casi inédita o pálida en la República del saber, que suponga un giro de carácter epistemologico- ontológico- hermenèutico en virtud del cual la experiencia comprensivo edificante potencializaría sentido epistémico, llevando al conocimiento y al sentido a los niveles límite que imponga la presencialidad del comprendedor, sobre todo cuando ésta última decanta como vivencia Ótrica.
15 Consciencia crítica y crítica conciente son expresiones con significación distinta. La primera (con S) se ha referido generalmente al potencial por el cual asumiríamos en nuestra experiencia mundana una postura, sea a favor y/o en contra de un enunciado, asunto, fenómeno, modo de ser o suceder, sobre todo si el evento atenta contra la vida. La crítica conciente refiere, desde la PCE, a la grandeza por la cual alguien logra construir y asumir posiciones críticas que edifiquen, devengan actitud ótrica, interproximal, tejedora de vida pluriversa (Arboleda, 2021): https://revista.redipe. org/index.php/1/article/view/1218 .
16 Esto lo reafirma Buttler cuando pone de manifiesto la relación edificante que se establece entre la palabra y lo humano: “Que la categoría de lo “humano” se pone, se elabore en el tiempo y que funcione a través de la exclusión de una amplia serie de minorías significa que su rearticulación se iniciará precisamente en el momento en el que los excluidos hablen a y desde dicha categoría”.
17 Si bien es cierto en política la izquierda y la derecha radicales constituirían el contraejemplo por excelencia de interonomía, el equilibrio Para-Ser tampoco estaría presente en las fuerzas de centro. Es un oxímoron ser centro neutral, equilibrante, cuando se asume y defiende una posición frente a los extremos, que no puede sostenerse cuando camina de la mano de éstos, o ufanarse de encarnar el proyecto Para Ser mientras en el azar de la política se coquetea sin sonrojarse con unos y otros. Es un hecho evidente que el centro, la izquierda y la derecha progresista suelen ser ropaje o hábitat narrativo del para Sí. La izquierda, por su parte, no ha estado a la altura de sus principios originales por los cuales se reivindica el bien común sobre el particular: sus visores se contaminan cada vez; no dejan de constituir, como el centro y la derecha, dispositivos o encarnaciones del Para Sí.
Referencias
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Sometimiento de la pedagogía y la didáctica al orden del Sí. Revista Boletín Redipe: 14/3: https://revista.redipe.org/index.php/1/ article/view/2222
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(2025). Profesor y educador no son lo mismo. Aproximación fenoménico-hermenéutica a enseñar educando. Ed. Revista Redipe, 14/4: https://revista.redipe.org/index. php/1/article/view/2260
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