Editorial. A la escucha del otro
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Keywords
Escuchar, Ser humano
Resumen
“Ser escuchados”: Quizás sea esta la necesidad más sentida para muchos de nosotros, también para los internos de los centros penitenciarios.
Echar una mirada a nuestro alrededor es suficiente para observar la profunda soledad en la que se encuentra el hombre de nuestro tiempo. La prisa, el vértigo de nuestra vida, la superficialidad de nuestra comunicación,
el aislamiento buscado y la concepción individualista de la vida impiden la actitud de escucha y apertura al otro para quien no hay lugar en nuestro tiempo y en nuestra ocupación.
Las relaciones del hombre de nuestro tiempo están marcadas por la rentabilidad y la eficacia. Nada es gratuito, todo tiene un precio. La relación con el otro se enmarca en una relación de poder, de dominio, a menudo impregnada de desconfianza, de sospecha. No es el otro, como “alguien”, el interlocutor, sino un objeto común a poseer y dominar. Cambiar esta dinámica o lógica de la in-comunicación exige dar un giro copernicano a nuestra concepción del hombre, a nuestro concepto del otro y de nosotros mismos; supone entendernos como seres in-suficientes, necesitados del otro para ser “alguien”, sujeto moral, es decir, responsable (capaz de hacerse cargo o responder de algo o de alguien); implica vernos desde el otro, desde la “otra orilla”; ver el cuadro de nuestra vida desde la perspectiva del otro en la que encuentra su visión y sentido más pleno.
El hombre es un ser esencialmente necesitado del otro para existir como humano. Escuchar al otro, abrirse al otro es ejercer de humano.
Echar una mirada a nuestro alrededor es suficiente para observar la profunda soledad en la que se encuentra el hombre de nuestro tiempo. La prisa, el vértigo de nuestra vida, la superficialidad de nuestra comunicación,
el aislamiento buscado y la concepción individualista de la vida impiden la actitud de escucha y apertura al otro para quien no hay lugar en nuestro tiempo y en nuestra ocupación.
Las relaciones del hombre de nuestro tiempo están marcadas por la rentabilidad y la eficacia. Nada es gratuito, todo tiene un precio. La relación con el otro se enmarca en una relación de poder, de dominio, a menudo impregnada de desconfianza, de sospecha. No es el otro, como “alguien”, el interlocutor, sino un objeto común a poseer y dominar. Cambiar esta dinámica o lógica de la in-comunicación exige dar un giro copernicano a nuestra concepción del hombre, a nuestro concepto del otro y de nosotros mismos; supone entendernos como seres in-suficientes, necesitados del otro para ser “alguien”, sujeto moral, es decir, responsable (capaz de hacerse cargo o responder de algo o de alguien); implica vernos desde el otro, desde la “otra orilla”; ver el cuadro de nuestra vida desde la perspectiva del otro en la que encuentra su visión y sentido más pleno.
El hombre es un ser esencialmente necesitado del otro para existir como humano. Escuchar al otro, abrirse al otro es ejercer de humano.